– Oiga, qué bonita letra tiene.
Eso me sorprendió y le dije:
– No creo, mi letra nunca me ha gustado. Desde chico mi mamá me decía que parecían patas de araña.
Y eso es muy cierto. Cualquiera de mis sufridas maestras de primaria, secundaria y prepa puede dar fe de eso. Intentaron todo tipo de técnicas para hacerme mejorar mi letra: cuadernos de doble raya, bolitas y palitos, enseñarme letra tipo palmer, tipo script. Y nada funcionó.
Mis hermanas me decían que la letra iba a ser mi tarjeta de presentación y que si no la mejoraba me iba a ver mal. Mi mamá (fuente infinita de amor y exigencia) me regañaba fuertemente cada vez que veía mis cuadernos. Mi papá (profesor de matemáticas en secundaria) jamás pudo entender como podía distinguir una “t” de un signo de más. Vaya que se desesperaba cuando me trataba de enseñar álgebra.
Eventualmente, cerca de los 18 años, mi letra se hizo legible. Sin embargo, cuando has crecido escuchando comentarios negativos sobre tu forma de escribir, nunca te vas a creer que una cajera te diga que escribes bonito.
A pesar de todo, ella insistió:
– De verdad, tiene usted muy bonita letra. Cualquier dia se la cambiaría por la mía.
– ¿En serio?
– Sí – siguio ella – estando aquí veo todo tipo de letras y los hombres siempre tienen muy mala letra. Usted es la excepción.
Y ahi fue donde ya no supe si me estaba coqueteando o me estaba diciendo que tenía letra de Vaspapu (Vaspapu, para los que llegaron tarde, es el acrónimo felizmente utilizado por la banda para decir: Vas pa’puto!)
Me le quedé mirando a los ojos, con esa mirada que el negro sabe poner cuando las cosas se ponen raras y su sonrisa me indicó que la opcion correcta era la segunda. Sólo acerté a sonreir y a musitarle un “gracias” que ella contestó con otra sonrisa. Acto seguido me entregó mis documentos y dio por terminada la conversación con un bye-bye!
Y me fui caminando por la calle, pensando si de verdad le había gustado mi letra o fue simplemente por decir algo. Tal vez mi forma de agarrar la pluma (que pensamiento tan absurdo, pero recordé lo que decían de Javier Solís: “No es que cante bonito, es que para la trompita a toda madre”), tal vez simplemente le caí bien.
Honestamente, es la primera vez que alguien chulea mi letra. Para alguien acostumbrado a recibir sólo críticas por ella, ha sido algo desconcertante.
Opal Gardens
Manchester, UK